lunes, 10 de noviembre de 2014

Inicios

Hoy era el día de no cumplir las normas: levantarse al mediodía, sin prisa para nada, abrir la vieja botella de “Soberano” que le regaló su padre, hacer el desayuno a fuego lento, incluso coger ese bizcocho de arándanos de la despensa… Este es el panorama con el que me encuentro cuando entro en la cocina: a ella frente a los fogones, con mi camisa favorita y su delantal de los domingos.

-¿Tienes hambre? -me dice, con esa voz tan alegre y esa sonrisa tan preciosa.

Contesto que sí, colocándome a modo de cliente de un restaurante en el umbral de la puerta, para ver si ella me sigue el juego.

-De acuerdo, sígame don Ernesto -dice mientras hace una leve reverencia y me guía hasta la silla.

No podemos evitar reír, pero tampoco parar de actuar.

-¿Cómo le va la mañana al director de la Escuela de Ingenieros Industriales? -me pregunta, a la vez que me rodea el cuello con sus brazos.

-Si me despiertan así, mejor imposible -contesto para después darle el beso con el que iniciamos un nuevo día.

Víctor Ortego
2º Bachillerato


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