viernes, 5 de diciembre de 2014

Un gato normal

Una calurosa tarde de verano mi gato comenzó a hablar.

-¡Humano, soy tu dios! ¡Dame tu sándwich! -dijo de forma arrogante mientras golpeaba con sus afiladas uñas el pan de mi sándwich de atún, haciendo que las migajas llovieran sobre él.

Yo, en silencio, simplemente lo observé, incrédulo y curioso a la vez. ¿Realmente esa vocecilla aguda pertenecía a mi gato? Vale que es un gato listo, pero de ahí a hablar… ¿Cómo le explico esto a mi familia?

-¡Humano, dámelo ya!

Al ver que no me movía, inclinó su cabeza y se quejó. Acto seguido, impaciente, me miró con sus ojos felinos, hizo una sonrisa gatuna, saltó y derribó de un zarpazo el sándwich de mis manos.

Yo aún no lo creía, así que, todavía mudo de asombro, observé cómo devoraba vorazmente el pan, dejando las baldosas del suelo llenas de migas.

-¡Gracias humano, ya puedes retirarte!

Él se tumbó en el suelo, giró su cuello y empezó a lamer su oscuro pelaje, ahora cubierto por los restos de mi merienda. Al ver esta escena no pude evitar sonreír. Y me di cuenta de que, aunque ahora pueda hablar, sigue siendo mi gato.

Fernando García Caraballo
Ciclo Formativo de Grado Medio



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