lunes, 20 de abril de 2015

Perdida

El chirriante sonido del autobús me despierta y me veo sentado en el mismo asiento de todos los días. Una vez que he recobrado el sentido, intento acordarme de qué estaba pensando antes de sumirme en el ligero sueño. Sí, exacto, en eso estaba pensando. ¿Pero con qué he soñado?

Con nada, esa es la respuesta a todas mis preguntas en aquel momento. Nada, pues dentro de mí no hay más que un vacío, un vacío que no logro entender a qué se debe. En ese momento el bus pega un frenazo y me golpeo con el cristal. Si poco a poco había ido recuperando mi conciencia, el choque me libera del estado de letargo, y evoco la causa de todos mis males. Ella me ha dejado.

Llevaba tiempo evadiendo este tema, procurando olvidar su marcha, pero es inevitable que aún me acuerde de ella. Hace varias semanas que ya no está conmigo, y cada vez me cuesta más seguir. Con ella mi imaginación se dispara hasta límites insospechados, y soy capaz de hacer cualquier cosa. Pero ya no está a mi lado.

Desde que me abandonó, veo las cosas tal y como son, sin ir más allá, y eso es algo que odio. Es el mundo que veo el que me ha convertido en lo que soy, pero el que no veo es el que me hace sentir mejor persona.

Me encuentro desolado, inútil en un mundo con miles de oportunidades, de cosas a las que ya no sé sacar partido. Aún no recuerdo por qué me dejó. Quizá hayan sido las películas, la televisión y los videojuegos, los estudios habrán hecho el resto.

Cuando abandono el bus y llego a mi casa con la esperanza de toparme con ella, me encuentro con una habitación nuevamente vacía, el rastro que ha dejado su pérdida. Decido buscarla. Comienzo por el parque, donde acostumbraba a pasar grandes ratos con ella, pero allí no hallo nada. Continúo por el bar, el cual parece un desierto. Ahí jamás la encontraré. Después de dar mil y una vueltas, acabo en la biblioteca, donde el profundo silencio me susurra que ella ha estado antes. Pero no ha habido suerte.

Noto que me rehúye, se aleja de mí, y ya no sé qué hacer, dónde más buscar, me siento desesperado. Es como si una espesa bruma me envolviese y me impidiera verla. Al llegar la noche, estoy exhausto tras un día muy duro. Me acuesto creyendo que por más que la busque no aparecerá.

Está perdida.

Pero mañana volveré a buscarla.

David Pardillos
2º Bachillerato



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