viernes, 8 de abril de 2016

Retrato de un músico

Por fin me llega el aroma del té negro con una nube de leche y con él, una taza con un líquido de color crema claro. Tiene el azúcar justo que saca todo el sabor de un buen té. Viene acompañado de aquellos buenos recuerdos de hogar, cuando miraba por la ventana el naranja que pintaba la gran ciudad. Bonita estampa que, sin faltar ningún detalle, ocupa una estancia de mi memoria.

Me devuelve a la realidad la entrada de una pareja en este pictórico bar, son los mismos que la semana pasada agradecieron al dueño del local el jazz que acostumbran a poner. Mientras ellos piden un par de cafés vuelvo a mi lectura. Y, tras un rato de aventuras tranquilas, de experiencias ajenas, de sensaciones e ideas que no me pertenecen, llega la hora de ir a trabajar.

Camino por sinuosas y estrechas calles llenas de tiendas pequeñas, cada cual con más personalidad, en las que se venden cuadernos, plumas, partituras, obras de arte, utensilios y elementos decorativos orientales… mientras que me cruzo con personas muy interesantes, o por lo menos eso sugiere su aspecto. Giro la esquina en la que se encuentra la última tienda de música de esta ruta bohemia y llego al bar Böhmen. Al entrar me saluda Marc, dueño del local:

-Llegas pronto, si quieres aprovecha para lucirte con el bajo.

Respondo con una sonrisa de complicidad, mientras saco el instrumento de su funda:

-Gracias, pero prefiero que la gente disfrute de buena música.

En cuanto estoy preparado, algunas voces cercanas se callan y, reacio a tocar lo de siempre, me pongo a probar las nuevas formas que he descubierto esta semana, para mí llenas de sentido, pero que necesitan ser traducidas para que el público pueda entender mi lenguaje. Después de unos breves momentos muy inspiradores y poco convencionales, llega el resto del grupo. Con unos saludos y una rápida preparación comienza nuestra expresión común en un lenguaje universal, la música. Junto con las composiciones que habíamos ensayado, se alternan algunas improvisaciones personales con las que cada uno se comunica mediante su instrumento musical. Son momentos atemporales que se acabarán con una indicación de Marc. Mientras tanto dejamos que cada espectador disfrute escuchando e interpretando todo eso que materialmente es un mero conjunto de sonidos.

Javier Ortín
Estudiante de Ingeniería Industrial




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