viernes, 3 de junio de 2016

Camino perdido

El crepitar de las chispas al saltar de la hoguera iluminaba las siniestras hojas grisáceas de los marchitos árboles. Una ligera y tenue neblina inundaba el bosque. El aullido de un solitario lobo reverberó en la lejanía durante unos segundos hasta que cesó de forma repentina. Un viento gélido acarició las copas de los árboles, meciéndolas suavemente. Para cualquier viajero común sería una inusual noche tranquila.

Sin embargo, para la extraña figura que se hallaba tumbada cerca de la fogata, no lo era. ¿Cómo iba a ser inusual si él se ubicaba en medio de un bosque maldito? En este bosque todas las noches eran igual de silenciosas. Hasta los escasos grillos y otros pequeños insectos tenían miedo, y era probable que el lobo de hace poco ya estuviera muerto.

Esa figura poseía forma humana y medía algo más de un metro y medio. Iba completamente cubierto con ropajes negros y ni una sola pulgada de piel era visible en él, haciendo imposible el determinar su edad, raza o sexo. Entre su túnica solo se podía vislumbrar un par de misteriosos ojos que desprendían un aura arcaica y parecían resplandecer con fulgor comparable a supernovas.

Durante bastante tiempo, la misteriosa y oscura persona continuó observando el firmamento. Era un cielo macabro, en el que no había nubes, luna o estrellas. Un cielo muerto para un mundo muerto.

De forma repentina, él se incorporó y destrozó el silencio.

-Un viaje comienza con el primer paso. ¿De qué tenéis miedo? –dijo tranquilamente con un tono de voz que hacía imposible el discernir su verdadera identidad.

Sus palabras no parecían tener un objetivo específico y, sin embargo, en el momento en el que se pronunciaron, algo cambió en el cielo y en la tierra. Como en un dique roto, el tiempo estancado pareció volver a fluir.

Las estrellas surgieron, haciendo el cielo más brillante. Por el contrario, la tenue neblina se intensificó, devorando el bosque y sumiendo la tierra en la oscuridad. Un número casi incontable de seres espectrales de diferentes formas y tamaños, cuyos ojos ardían en fatuas flamas de un frío azul celeste, surgieron con lentitud de entre el miasma y se detuvieron a observar a ese ser oscuro ajeno a su dominio ¿¡Quién o qué se había atrevido a romper su silencio!?

Después de todo, el verdadero silencio solo pertenecía a los muertos.

El hombre oscuro, indiferente, esperó un poco y continuó hablando.

-Tenéis miedo. Todos tenéis miedo. Teméis iniciar vuestro viaje, teméis ir al más allá -comentó con la misma calma que antes-. Os daré una oportunidad, por vuestra propia voluntad abandonaréis este mundo al cual ya no pertenecéis. Si no lo hacéis, me veré forzado a expulsaros.

En el momento en que cesó de hablar, la legión espectral se abalanzó furiosamente sobre él con la clara intención de descuartizarle y alimentar al horroroso bosque con su sangre.

-Triste elección.

Tras pronunciar estas palabras, su aura de serenidad se transformó en una de arrogancia y salvajismo. El mundo a su alrededor pareció volverse rojo y el hedor nauseabundo de un antiguo campo de batalla era incluso palpable. Al notar el cambio trascendental, los espectros, aterrados y con expresiones de horror en sus fantasmagóricos rostros, trataron de huir.

Pero para ellos ya era demasiado tarde.

El hombre oscuro extendió su brazo derecho y una fuerza de succión extraordinaria surgió de él. Los fantasmas no pudieron hacer nada para evitarlo y, a una velocidad sorprendente, fueron condensados en una horrible esfera oscura en la palma de su mano. Gritos y lamentos eran escuchables provenientes de ella.

Entonces, con la mano izquierda formó un cuchillo y, con un movimiento casual y sin aparente fuerza en él, abrió en el aire una grieta resplandeciente de varios metros de longitud que se cerraba lentamente.

-Esta ha sido vuestra elección -el tono anteriormente en calma, ahora había adoptado unos ligeros matices de burla-. Orad por no volvernos a encontrar, la próxima vez no seré tan suave.

Tras decir estas palabras, arrojó la esfera espectral dentro de la grieta. Segundos después, el aura sanguinaria se desvaneció y el mundo recobró su color original. La grieta en el aire desapareció y el silencio finalmente retornó al ahora no tan siniestro bosque.

Con una serenidad arcana, el hombre oscuro dirigió sus brillantes ojos hacia el lugar en el firmamento en el que, por primera vez en mucho tiempo, el sol empezó a surgir.

-Ah, parece que ya es hora de continuar con mi viaje.

Y entonces, como una sombra sin forma, se desvaneció en el aire.

Fernando García Caraballo
Ciclos Formativos Grado Medio