miércoles, 25 de septiembre de 2019

El viaje


Seguramente sería la última vez que viese la cara de Roy. Este último año habíamos compartido tanto tiempo juntos, que habría valido como cinco en una vida normal. Éramos más que hermanos.

Dentro de la camioneta reinaba el silencio, solo se escuchaban de fondo los neumáticos arrastrando la tierra y las hojas secas, y de vez en cuando los botes que daba el coche cada vez que había un bache, que hacía vibrar los asientos produciendo así un sonido metálico. Era de noche. Se oían grillos al borde de la carretera y en esos momentos todos envidiábamos la vida simple y feliz de esos inocentes grillos. Yo estaba rodeado de hombres, hombres con la mirada perdida, callados y con la cara sucia y llena de heridas. No olía especialmente mal, pero para nada se asemejaba al olor del hogar. Ahora mismo todos estábamos muy lejos de él.

Todos llevábamos las manos ocupadas, cada uno llevaba su juguete y la mochila estaba a reventar de más. Era ya parte de nosotros, era una extremidad más, y si lo perdías, tu vida se perdía con él.

-Es un infierno -dijo Roy para sí. Estaba tan concentrado en lo que tenía en su cabeza, que ni se había dado cuenta de que lo había dicho en voz alta. Nos habían dado abundantes charlas explicándonos la importancia del valor y de la fuerza, pero por muchos argumentos que nos contaran, nadie nos quitaba la idea de la cabeza, íbamos directos al infierno.

Pablo Táuler Ullívarri
Estudiante de Bachillerato



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