Me desperté en un cuarto azul. Aunque la confusión del momento me instigaba a quedarme tumbado, abrí la puerta de la habitación, solo para encontrarme en una sala oscura donde una paloma que, apoyada en una mesa roja rodeada de sillas y con una servilleta atada a su cuello, comía un bol de cereales.
-Mira quién se levanta, justo a la hora del desayuno -dijo la paloma con una voz de viejo.
No abrí la boca para contestar, nadie lo haría si estuviera en ese momento en mis zapatos.
-No pongas esa mueca sobreactuada de humano. Toma asiento. Hay cosas que tengo que decirte.
Me senté con los ojos como platos. Esa paloma, además de hablar, me estaba dando órdenes, rompiendo con la supremacía del hombre.
-No trates de buscar algo de lógica aquí, estás soñando. Solo soy un enviado que ha venido a preguntarte unas cosas mientras como algo.
-¿Cómo se supone que hablas?
-Cierra el pico, aquí al que le pagan por hacer preguntas es a mí.
Tuve que callarme, nada tenía sentido.
-Primera cuestión: ¿sabes tu nombre?
-La pregunta ofende -contesté molesto.
-Segunda pregunta: ¿te acuerdas de tu cara?
-Sí.
-Genial, has superado el umbral del intelecto de una piedra. Ahora otra pregunta: ¿sabes quién eres?
-¡Cómo no voy a saberlo! Soy… músico.
-Esa es tu ocupación. Otra vez, ¿quién eres?
-Soy un humano.
-Esa es tu especie. ¿Quién eres?
Debía de ser todo una broma, un mal sueño. Me pasé minutos sin contestar, sometido a un animal.
-Un cedro me hubiera contestado antes, ¿no sabes quién eres?
-Mira –me levanté de la silla– estoy hartándome de este sueño, encima de que duermo poco y de que por una vez sueño, me toca aguantar las preguntas de una paloma mensajera. ¿Sabes tú siquiera quién eres?
-No, de hecho ni siquiera soy. Solo soy una herramienta de tu cabeza para decirte que espabiles. Pienso pero no existo y tú existes pero no piensas.
Después de decirlo, el ave metió su cabeza debajo de la mesa y de ahí sacó unos folios con toneladas de letras escritas.
-Es tu biografía -soltó la paloma-. En veinticinco folios correspondientes a tus años de vida…no pasa absolutamente nada.
-Todavía no he vivido lo suficiente.
-Díselo a un hombre medieval, que con tu edad se podía considerar como un anciano. No tienes excusas, no tienes ni pasado trágico, ni traumas. Tu vida es un bucle de sentarse en el sofá con unos auriculares y pasar de todo.
-No sabes lo que dices. ¿No te dije que era músico?
-¿Y has escrito alguna canción? Tus ronquidos en la página 22 de tu biografía me dicen lo contrario. No sabes quién eres porque no has hecho nada. Me equivocaba contigo, de verdad una piedra es más inteligente que tú.
Con una vena sobresaliendo en mi frente apreté con una mano el pescuezo de esa bendita ave, pero poco le importó.
-¿Qué parte de “no existo y soy un producto de tu imaginación” no has entendido?
Decidí soltar a la paloma.
-Me queda poco tiempo, le falta poco a tu despertador para sonar y arruinar este sermón. Así que haz algo diferente hoy, sal, respira algo de aire contaminado de la ciudad y trata de hablar con el resto de tu especie, que quiero leer algo interesante cuando coja tu biografía.
-¿En serio me pides que me busque a mí mismo?
-No, te lo ordeno… Anda… las siete y media.
Me desperté perturbado de aquel sueño cuando la música del despertador sonó a todo volumen. Traté de levantarme y me asusté cuando en mi ventana se asomó un séquito de palomas. Todavía no era momento de salir, pero debía hacerlo, no quería volver a soñar otra vez con esa energúmena.
Estudiante de Bachillerato