Un aire soñoliento
reina en la habitación,
hundiéndote en la
comodidad de blancas sábanas,
rompe el clímax el
estruendo del despertador,
que siempre
solitarias mañanas acompaña.
Ni un rayo de sol
entra por tu ventana,
ni un ruido se
escucha en el silencioso exterior,
todo es completa
calma sobre la joven noche,
que pronto se fundirá
con la clara luz del sol.
Una taza caliente que
calme el frío en diciembre,
mientras el alquitrán
encharca tus dos pulmones,
la ciudad
desperezándose con lentos pasos,
renaciendo con la
nueva luz del horizonte.
Rima el andar de tus
piernas con el mismo suelo,
se abraza la vieja
chaqueta como refugio,
la noche el día, el
día la noche, como un duelo,
otra mañana de jueves
camino al colegio.
Alberto Díaz-Moreno Sánchez
Estudiante
de Bachillerato
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