No tengo prisa en llegar a casa, no
tengo a nadie que me espere allí; esta noche no. Elena dijo que se iba a
visitar a sus padres, que hacía que no les veía desde la boda. Perfecto, así
puedo dar un pequeño rodeo.
Me encanta el rostro de la ciudad a
estas horas, con las farolas despidiendo al sol y dando la bienvenida a la
luna.
Me encuentro con un edificio aparentemente
normal: no tendrá más de cinco o seis plantas, pero con más de siete u ocho
portales. No puedo evitar pararme frente a él y observarlo; ropa tendida,
alguna que otra bicicleta colgada de forma estratégica, más de un chucho
curioso que aún quiere vivir un poco más el día, fumadores que le buscan
sentido a sus vidas...
A simple vista, no parece gran cosa,
pero me entra una gran inquietud: ¿cuántas historias llenan esas casas?
¿Cuántas ilusiones se estarán produciendo entre esas paredes? Y lo más
importante, ¿quién está narrando esas historias?, ¿quién está poniendo en verso
las ilusiones de ese edificio?
Solo Dios sabe las múltiples
historias y pensamientos que se habrán perdido en el olvido, únicamente porque
las personas que los han experimentado no se lanzaron a escribirlas. En nuestra
mano está el poder dejar una huella en este mundo, solamente necesitamos el
valor de hacerlo.
Víctor Ortego
2º Bachillerato
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