Antes de nada, quiero que
sepas que te quiero. Tú me acogiste, te mostraste tal y como eres y por eso me
acabé enamorando.
Pero necesito que sepas
algo. Echaba de menos compartir el silencio mientras paseábamos, el dejar que
la naturaleza hiciese su aportación. También me moría por decirte que toda la
luz que emite tu innegable belleza, me obligaba a despedirme de las estrellas,
siempre presentes pero apagadas.
Esto no es un “para
siempre”, simplemente es la promesa de dos buenos amigos de volver a verse, olvidando
aquello que los separó. Porque recuerda que antes del amor, nos unió la amistad,
capaz de unir dos almas solitarias.
Contigo he vivido momentos
de gran pasión, de insufrible tristeza, y eso mi corazón jamás lo podrá
olvidar. Esas cicatrices ya forman parte de mí. Bien sabes cómo soy, cómo
pienso. Jamás ninguna otra podría haber hecho que te traicionara. Después de ti,
sólo la soledad quedará para ahogar mi sufrimiento.
Tu luz y voz no pueden ser
más hermosas, pero a la vez bloqueaban a mi encerrada imaginación, que gritaba
desesperada por volar con el viento entre las palomas. Te quiero y siempre te
querré, pero el tiempo me ha mostrado la ceguera que acompañaba a tu pasión, y
no puedo vivir con ella; aunque sea de tu mano.
Adiós a la que será
siempre la ciudad que enamoró a un artista.
Víctor
Ortego
Estudiante de Periodismo y Comunicación
Audiovisual
No hay comentarios:
Publicar un comentario