El
crepitar de las chispas al saltar de la hoguera iluminaba las siniestras hojas
grisáceas de los marchitos árboles. Una ligera y tenue neblina inundaba el
bosque. El aullido de un solitario lobo reverberó en la lejanía durante unos segundos
hasta que cesó de forma repentina. Un viento gélido acarició las copas de los
árboles, meciéndolas suavemente. Para cualquier viajero común sería una inusual
noche tranquila.
Sin
embargo, para la extraña figura que se hallaba tumbada cerca de la fogata, no
lo era. ¿Cómo iba a ser inusual si él se ubicaba en medio de un bosque maldito?
En este bosque todas las noches eran igual de silenciosas. Hasta los escasos
grillos y otros pequeños insectos tenían miedo, y era probable que el lobo de
hace poco ya estuviera muerto.
Esa
figura poseía forma humana y medía algo más de un metro y medio. Iba
completamente cubierto con ropajes negros y ni una sola pulgada de piel era
visible en él, haciendo imposible el determinar su edad, raza o sexo. Entre su
túnica solo se podía vislumbrar un par de misteriosos ojos que desprendían un
aura arcaica y parecían resplandecer con fulgor comparable a supernovas.
Durante
bastante tiempo, la misteriosa y oscura persona continuó observando el
firmamento. Era un cielo macabro, en el que no había nubes, luna o estrellas.
Un cielo muerto para un mundo muerto.
De
forma repentina, él se incorporó y destrozó el silencio.
-Un
viaje comienza con el primer paso. ¿De qué tenéis miedo? –dijo tranquilamente
con un tono de voz que hacía imposible el discernir su verdadera identidad.
Sus
palabras no parecían tener un objetivo específico y, sin embargo, en el momento
en el que se pronunciaron, algo cambió en el cielo y en la tierra. Como en un
dique roto, el tiempo estancado pareció volver a fluir.
Las
estrellas surgieron, haciendo el cielo más brillante. Por el contrario, la
tenue neblina se intensificó, devorando el bosque y sumiendo la tierra en la
oscuridad. Un número casi incontable de seres espectrales de diferentes formas
y tamaños, cuyos ojos ardían en fatuas flamas de un frío azul celeste,
surgieron con lentitud de entre el miasma y se detuvieron a observar a ese ser
oscuro ajeno a su dominio ¿¡Quién o qué se había atrevido a romper su
silencio!?
Después
de todo, el verdadero silencio solo pertenecía a los muertos.
El
hombre oscuro, indiferente, esperó un poco y continuó hablando.
-Tenéis
miedo. Todos tenéis miedo. Teméis iniciar vuestro viaje, teméis ir al más allá
-comentó con la misma calma que antes-. Os daré una oportunidad, por vuestra
propia voluntad abandonaréis este mundo al cual ya no pertenecéis. Si no lo
hacéis, me veré forzado a expulsaros.
En
el momento en que cesó de hablar, la legión espectral se abalanzó furiosamente
sobre él con la clara intención de descuartizarle y alimentar al horroroso
bosque con su sangre.
-Triste
elección.
Tras
pronunciar estas palabras, su aura de serenidad se transformó en una de
arrogancia y salvajismo. El mundo a su alrededor pareció volverse rojo y el
hedor nauseabundo de un antiguo campo de batalla era incluso palpable. Al notar
el cambio trascendental, los espectros, aterrados y con expresiones de horror
en sus fantasmagóricos rostros, trataron de huir.
Pero
para ellos ya era demasiado tarde.
El
hombre oscuro extendió su brazo derecho y una fuerza de succión extraordinaria
surgió de él. Los fantasmas no pudieron hacer nada para evitarlo y, a una
velocidad sorprendente, fueron condensados en una horrible esfera oscura en la
palma de su mano. Gritos y lamentos eran escuchables provenientes de ella.
Entonces,
con la mano izquierda formó un cuchillo y, con un movimiento casual y sin
aparente fuerza en él, abrió en el aire una grieta resplandeciente de varios
metros de longitud que se cerraba lentamente.
-Esta
ha sido vuestra elección -el tono anteriormente en calma, ahora había adoptado
unos ligeros matices de burla-. Orad por no volvernos a encontrar, la próxima
vez no seré tan suave.
Tras
decir estas palabras, arrojó la esfera espectral dentro de la grieta. Segundos
después, el aura sanguinaria se desvaneció y el mundo recobró su color
original. La grieta en el aire desapareció y el silencio finalmente retornó al
ahora no tan siniestro bosque.
Con
una serenidad arcana, el hombre oscuro dirigió sus brillantes ojos hacia el lugar
en el firmamento en el que, por primera vez en mucho tiempo, el sol empezó a
surgir.
-Ah,
parece que ya es hora de continuar con mi viaje.
Y
entonces, como una sombra sin forma, se desvaneció en el aire.
Fernando García Caraballo
Ciclos Formativos Grado Medio
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