miércoles, 8 de marzo de 2023

Otra vida

Era de noche. A través de la ventana alcanzaba a ver un edificio que se alzaba al otro lado de la calle. Casi no me podía mover. La habitación era pequeña, solo cabían los cacharros que los médicos usaban para mantenerme con vida. Las paredes eran de un tono blanco apagado. Odiaba el blanco. Me costaba mucho respirar. Los médicos me habían conectado a una máquina que mejoraba mi respiración. Odiaba la máquina, hacía mucho ruido. La camilla era muy incómoda, era como estar sobre un montón de rocas. Odiaba la camilla.

Puede que fuese por el ruido de la máquina, o por la incómoda camilla, o incluso por ese color blanco que tanto odiaba. Pero en cualquier caso no podía dormir. Y entonces me puse a recordar. Y recordé. Recordé cómo había discutido con mi esposa. Recordé cómo perdí a mi hija. Recordé aquellas botellas vacías que no desahogaron mis penas. Recordé cómo perdí el control. Recordé ese chirriante sonido que hace la fricción de la rueda al frenar. Y dejé de recordar. Y entonces me puse a pensar. Y pensé. Para qué voy a seguir viviendo, si no tengo por qué vivir.

Y entonces volví a recordar. Recordé aquellos atardeceres que contemplé en mi juventud, junto a mi alma gemela. Recordé ese momento en el que hinqué la rodilla para estar junto a ella el resto de mi vida. Recordé mi “sí quiero”. Recordé el día que nuestro amor se convirtió en mi otra vida. Recordé los cuentos que la contaba. Recordé sus abrazos. Recordé su sonrisa. Y pensé. Voy a vivir por otra vida así.

Diego Romano Aguado
Estudiante de Bachillerato